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Geocaching: ¿Y si salimos a buscar tesoros?

¿Qué hacemos cuando viajamos si no es buscar tesoros? ¿Acaso no viajamos a descubrir paisajes, monumentos, culturas y otredades? ¿Será que no nos dimos cuenta que salimos con la cámara de fotos a buscar las figuritas para completar nuestro álbum?

No hay nada más lindo que una invitación a jugar, pero cuando nos ponemos grandes, nos da un poquito de vergüenza sumergirnos en los juegos… y jugar (como bien explica Dolina), es cosa seria.

En todo esto debe haber pensado Jeremy Irish, el creador de una hermosa aplicación que se llama Geocaching y consiste en una búsqueda de tesoros, cuyo tablero, o campo de juego es el mundo, y en esto no hay metáfora, es el mismísimo y extensísimo mundo, y los tesoros son reales.

En cualquier lugar de nuestro vasto planeta, con una computadora o la aplicación para teléfonos móviles, podemos ver la ubicación de los “caches” que tenemos cerca y seguir las coordenadas de GPS o las pistas que dejan otros usuarios para encontrarlos, en nuestra ciudad, en nuestras vacaciones, o pueblitos que nunca se nos hubiera ocurrido visitar.

Lo que encontramos es un contenedor con objetos dejados por otros jugadores y un libro de visitas para registrar nuestro nombre y la fecha del hallazgo. Una regla importante es estar atento a los saboteadores; espiando y devolviendo el tesoro con absoluta discreción, para evitar que sean desaparecidos por personas externas a l juego. Podemos tomar y dejar cosas en los contenedores (dependiendo del tamaño que tengan), pero fundamentalmente debemos asegurar su permanencia para cuando otro jugador quiera encontrarlo.

Son millones de tesoros los que nos esperan en más de doscientos países y se estiman unos diez millones de jugadores de este irresistible juego planetario en constante crecimiento.

Lo que nadie nos dice es que durante la búsqueda también encontramos anécdotas, personas, lugares a los que no habríamos ido sin tener esta misión, y situaciones como recorrer una plaza, una calle, o un sitio patrimonial, sabiendo un secreto que el resto ignora, caminar discretamente con la mirada aguda y fija en las macetas, los postes, debajo de los bancos, en los huecos de los árboles. Nos sorprende la premisa de que en todas partes hay jugadores anónimos dejando y tomando tesoros en todos los países, nos sentimos privilegiados conocedores de este secreto que se esconde en todas partes, hacemos observaciones pormenorizadas de lugares que no nos hubieran llamado la atención, y claro redescubrimos el tesoro de jugar.

Por. Cecilia Polinori

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