Pukka Shungo, el corazón rojo de la selva peruana
Más allá de los tres ríos, Pendencia, Tulumayo y el gran Huallaga, entre caminos que se adentran en el bosque, suben al cerro y contemplan la laguna, palpita Pukka Shungo, el corazón rojo de la selva peruana.
Pukka Shungo, nombre quechua que en español significa “Corazón Rojo”, es la asociación familiar, cultural, ambiental y ecoturística que en la ciudad de Tingo María, exactamente en el caserío Los Milagros, resguarda alrededor de 200 hectáreas de bosque primario.
Conscientes que la conservación ambiental y la revolución de ideas comienzan en casa (desde los cimientos) pero no termina allí, la familia Cenepo Pinedo, custodios de estos bosques desde la década de los cuarenta, crean Pukka Shungo a mediados de 2006 para enseñar y compartir al mundo, a través de deportes de aventura (cánopy de 1 kilómetro de extensión, rápel y columpio extremo), caminatas y paseos en bote, la experiencia de ser y hacer parte de la selva; donde el humano puede convivir con las fuerzas de la Naturaleza de un modo armonioso.
En la laguna Los Milagros, la misma que le da nombre al caserío, Pukka Shungo ofrece la posibilidad de cruzar el espejo de agua, que refleja el rostro del cerro Belén, a través de sus paseos en bote.
En el centro de la misma, según el deseo y la búsqueda del viajero, se puede adentrar en el Museo Amazónico para conocer un poco de la cultura e idiosincrasia de la selva o intimar con las aguas de la laguna en el balneario “Isla del libre pensar”, bioconstrucción de madera techada con chapaja y yarina, en la que se tiene la oportunidad de meditar, contemplar, zambullirse o pedir que lleven en bote un plato típico de la selva, preparado por las manos de la gran cocinera Albina Cenepo, en el restaurante Pukka Shungo, ubicado en las orillas de la laguna.
Tacacho con cecina, ceviche de paiche y chaufa amazónico son algunos de los platos que se pueden degustar, acompañados de un jugo de camu camu, aguaje o cocona, frutos propios de la región.
Para los amantes de caminar y conectarse de un modo más profundo con la selva existen diversas rutas que ofrece el Corazón Rojo, entre ellas, la Ruta del Ayahuasca y la Ruta Guerrera.
En la Ruta del Ayahuasca, el viajero, paso a paso, va encontrándose con la savia sabia de la selva alta de Perú. Plantas medicinales y sagradas, como el ayahuasca y la chacruna, conexión directa con los maestros y los espíritus del bosque, el sanango, la guayusa, el ajo sacha y el toe van mostrándose entre los claroscuros del follaje, mientras tucanes, monos y torcazas, desde las copas de los grandes árboles, acompañan el recorrido con sus voces milenarias. Cuevas de gran envergadura, estalactitas y estalagmitas, heliconias, el gigante ojé y tallos en roca hechos por los maestros del ayahuasca, entre ellos don Julián Cenepo, jefe de la familia, son otros de los obsequios que ofrenda esta ruta.
En la Ruta Guerrera (llamada así por la fuerza y el temperamento de las mujeres de la selva, en especial por doña Albina Pinedo, la jefa de la familia), la más completa y exigente, el viajero, durante cinco horas, es retado por el relieve selvático. Durante su camino tendrá la oportunidad de pasar por medio de un riachuelo cristalino, adentrarse a místicas cuevas, ascender (en ocasiones ayudado por sogas) por la Colina de los Espíritus, pendiente donde las rocas con líquenes son el sostén para llegar a una angosta cumbre, descansar y continuar hasta el Beso del Viento, cima del cerro Belén, ubicado a 1.000 m.s.n.m., mirador panóptico desde el cual se observa la magnitud de la laguna Los Milagros, las confluencias de los tres ríos y el complejo de montañas conocido como “La bella durmiente” y la Cordillera Azul.
En estas rutas ancestrales, de conexión y autoencuentro, el viajero tiene el privilegio de observar monos, como el guapo, el machín y el barba blanca o pichico; igualmente, encontrarse con los guardianes verdes de la selva, como el chimicuo, el ojé y el vilco o pachaco. Además de degustar frutos únicos, como el majambo y la jagua, misma que se utiliza, cuando su fruto aún no madura, como tintura natural para hacer tatuajes temporales.
Viajar a la selva, viajar a Pukka Shungo, va más allá de un viaje físico. Es la oportunidad de conectarse con las fuerzas que trascienden el campo racional, ligando los mundos de la consciencia, el cuerpo y lo etéreo, manifestados estos en lo simple y profundo, como la Selva misma, en todo lo que nos rodea, en todo lo que hablamos y hacemos, la música y el silencio escuchados, los pasos dados, el sudor derramado, lo compartido, ofrendado y vivido; en todas las experiencias.
Por. Yeison Medina
Fotografía: Sandra Ramírez